LEO

(23 de Julio – 22 de Agosto)

De la conciencia colectiva a la conciencia individual

En Cáncer, el punto más profundo del zodíaco, estuvimos ocupándonos de nuestros orígenes y de nuestra pertenencia al colectivo, a la familia y a la fuente primordial de vida. Ahora, en Leo, nos percibimos por vez primera como algo individual y diferenciado de los demás. La conciencia de la masa o conciencia colectiva de Cáncer e convierte en conciencia individual en Leo.

Leo es un signo de Fuego y todos los signos de Fuego tienen que ver con la transformación y el desarrollo del yo. En Leo, el individuo se libera de su pertenencia al colectivo (una pertenencia protectora pero también indiferenciada) y se convierte en un ser individual autosuficiente. Se hace cada vez más consciente de su identidad y está deseoso de tener oportunidades de expresión individual. Crea su propio espacio vital y sale al mundo en busca de experiencias. Aprende a llevar a cabo cada vez mejor la presentación y la realización de su propio yo.

Leo es el punto central del espacio vital que él mismo ha creado. El mundo gira a su alrededor y él funciona como una unidad de actuación y de mando que, con su irradiación personal, dirige y conduce a los demás. En esta actitud, Leo se siente solo y por eso desarrolla el poder y la fuerza interior de una unidad integrada y encerrada en sí. Su lema es: “El fuerte es más poderoso solo”. Esta actitud continúa desarrollándose y lo conduce a una conciencia marcadamente egocéntrica. Llevado por la ambición, Leo exige cada vez más poder, influencia, prestigio, rango y posición hasta que llega a un punto en que, en su solitaria altura, se siente aislado y excluido de la corriente de la vida. Entonces comienza la conversión interior. A partir de ese momento, anhela con tanta intensidad el contacto, el amor y la comprensión de los demás que no le queda otra alternativa que derribar los muros que él mismo ha erigido entre él y sus semejantes. Su foco de conciencia se dirige cada vez más hacia sus semejantes y hacia el grupo hasta que, finalmente, deja de sentirse como una unidad aislada en el centro y pasa a sentirse parte del Todo. Entonces está bajo la influencia de la conciencia de grupo de Acuario, el signo opuesto. La responsabilidad, la comprensión y la sensibilidad conducen a Leo a ese estado de autoconciencia inclusiva en el que sabe que es uno con el Todo. Ésta es, de forma resumida, la meta que Leo debe alcanzar utilizando las fuerzas transformadoras de su verdadero yo.

La prueba del yo

Leo debe aprender a conocerse a sí mismo mediante el desarrollo de una correcta auto-percepción. Sólo así podrá llegar a conocer su verdadero yo y también el de sus semejantes. Para conseguirlo debe liberarse de las ataduras del colectivo y debe salir al mundo a probar su yo. Es un proceso aventurado que le ocasiona enredos y fricciones con su entorno y que también le proporciona sensaciones egoicas de altos vuelos. Leo se percibe como el motivo y la causa de todo lo que se mueve a su alrededor y, en ocasiones, esto lo conduce a exigir el reconocimiento y la estima de sus semejantes, sobrevalorando su propia importancia. En cambio, otras veces le ocasiona sentimientos de desaliento y auto-desprecio.

En Leo debemos descubrir lo que es la verdadera autoconciencia. Muchas personas están convencidas de que son autoconscientes cuando, en realidad, sólo están movidas por el deseo y creen con total convicción que tienen derecho a que sus deseos sean respetados y satisfechos.

La verdadera autoconciencia

La verdadera autoconciencia se muestra cuando una persona es consciente de su fuerza interna y de su propio potencial creativo, cuando conoce el significado y el propósito de su vida y cuando tiene una vida autodirigida y un programa de vida desarrollado y definido. Por esta razón es esencial comprobar constantemente si se está viviendo sólo para uno mismo o también se hace algo para los demás, es decir, si se muestra interés por los demás, dedicándose a ellos y proporcionándoles parte de la propia fuerza interior.

Una autoconciencia desarrollada supone la existencia de inteligencia, de percepción mental y de un cierto grado de integración. Alguien que se mueve exclusivamente por emociones y deseos egoístas se encuentra lejos de la verdadera autoconciencia. Pero cuando Leo es alimentado y motivado por su ser interior, entonces irradia una alegría de vivir auténtica y benefactora, sobre todo en entornos que lo necesiten y en los que su fuerza y asistencia sean requeridas y apreciadas. Entonces se gana el corazón de sus semejantes mediante su interés por el destino de los demás y mediante su disposición amistosa y generosa, lo cual, por otra parte, produce un efecto favorable en el entorno y en su propio crecimiento. Como un sol, Leo puede dirigir el fuego solar o las fuerzas solares que fluyen a través de él hacia los demás, alentarlos y consolarlos con palabras llenas de amor, y despertar en ellos ánimo y fe en las propias fuerzas y posibilidades. Así como el Sol mantiene a los planetas en sus órbitas, Leo puede atraer a sus semejantes, dirigirlos y guiarlos de forma magnética, regalándoles su calor, su alegría de vivir y su fuerza.

El pensamiento semilla esotérico de Leo: “Yo soy ése y ése soy yo”

Leo es dos cosas simultáneamente: núcleo interno y entorno. A través de la experiencia consciente de su propio yo, Leo desarrolla una sensibilidad espiritual que lo capacita para percibir y entrar en contacto con el verdadero yo de los demás. En todo el universo, la conciencia, la capacidad sensible del alma o la fuerza del amor es el agente que subyace en la base del Plan de la creación y que mantiene el desarrollo y la evolución en marcha. La meta de toda la evolución humana es la autoconciencia, de ahí que el Sol (símbolo de la autoconciencia) sea el regente tanto exotérico como esotérico del signo de Leo.

Cuando Leo “tiene el corazón en su sitio” (como se dice en lenguaje popular), no se encierra en sí mismo con falso orgullo sino que está dispuesto a dar y a recibir. Como sabemos, a veces Leo es demasiado orgulloso para aceptar algo o para dejarse ayudar en caso de necesidad. Cree que puedo hacerlo todo por sí sólo, pero con esta actitud lo único que consigue es que su yo se endurezca y que la fuerza de irradiación del corazón se extinga. En este punto, Leo sólo se ve a sí mismo y no piensa en los demás. Por eso es tan importante que Leo expanda continuamente su conciencia y sus sentimientos hacia los demás, en un constante ritmo de dar y tomar. No debe perder el contacto con los demás, quedándose sentado en su trono, solo y aislado.

Como ya hemos visto, Leo debe desarrollar la sensibilidad no sólo hacia su propio yo superior sino también hacia el de sus semejantes. Esta refinada sensibilidad debe expandirse hasta que sea consciente de la unidad de todas las almas en el sentido de la frase: “Todos los hijos de los hombres son uno en el corazón”, o, como se expresa en sánscrito: “Tat wam asi” (“Yo soy ése y ése soy yo”).

Dado que Leo rige el corazón, hoy haremos una meditación sobre el corazón para poder percibirnos internamente tal como somos y, de esta forma, abrirnos como una flor de loto que con su luz interna irradia como un sol hacia todo el mundo.

Extractos tomados del libro :

Los Signos del Zodíaco : Reflexiones y Meditaciones.

Louise Huber

API Ed. España, S.L.

OBSTÁCULOS EMOTIVOS Y MENTALES : AGRESIVIDAD Y CRITICISMO

Ahora examinaremos otro de los mayores obstáculos que se oponen a la realización espiritual: la tendencia a la autoafirmación personal con sus correspondientes manifestaciones agresivas. Estas manifestaciones son muy variadas, poseyendo unas un carácter más impulsivo y otras una naturaleza más mental. Las examinaremos conjuntamente, ya que a menudo los elementos emocionales y los elementos mentales se asocian y se entrelazan en nosotros de modo complejo.

Entre las manifestaciones de carácter agresivo podemos destacar el antagonismo en sus diversas formas; ira o cólera, resentimiento, reprobación, censura y criticismo.

La ira o cólera es la reacción provocada por cualquier obstáculo o amenaza a nuestra existencia o a nuestra autoafirmación en cualquiera de los aspectos de nuestra vida. El hecho de que se trate de una reacción “natural” no implica que siempre sea oportuna y ni siquiera ventajosa para los fines egoístas de la autoafirmación. No es raro que conlleve un daño evidente: la ira es una pésima consejera y si no se domina puede conducir a excesos y a actos de violencia que, al igual que el bumerang australiano, rebotan contra aquel que los ha lanzado. Esto es algo tan patente que ni siquiera valdría la pena insistir en ello, pero desgraciadamente, ¡en la vida a menudo nos olvidamos de las cosas más notorias y elementales!.

Otro efecto dañino de la ira es que literalmente produce auténticos venenos en nuestro organismo. Estos son provocados por el resentimiento que puede considerarse como una irritación crónica.

Pero considero oportuno detenerme en un aspecto de la tendencia combativa que merece una especial atención debido a su insidiosa y sutil naturaleza, su enorme difusión y sus efectos particularmente maléficos. Se trata del criticismo: esa tendencia –o casi podríamos decir que manía generalizada- por censurar y desvalorizar a nuestro prójimo en toda ocasión.

Examinaremos por qué tal tendencia se halla tan poderosamente difundida: ¿por qué tantas personas, provistas en otros aspectos de una gran calidad moral, se dedican con ardor, casi con entusiasmo, a criticar a los demás experimentando con ello un vivo placer que puede verse reflejado en todo su ser, desde el brillo de sus ojos, hasta las inflexiones de su voz o a la animación de sus gestos?

Un breve análisis psicológico nos permitirá comprender este hecho con facilidad. De hecho podemos observar cómo muchas de las tendencias fundamentales del hombre encuentran satisfacción en el criticismo. En primer lugar, criticar satisface nuestro instinto de autoafirmación: el constatar y poner en evidencia las deficiencias y debilidades ajenas nos proporciona una agradable sensación de superioridad y excita nuestra vanidad y presunción. En segundo lugar, ofrece un desahogo directo a nuestras energías combativas con una doble cualidad: por un lado nos proporcionan la satisfacción de una fácil victoria obtenida sin ningún tipo de peligro (puesto que el enemigo está ausente), mientras que por otro parece algo inofensivo –a veces incluso como un deber- escapando a cualquier freno o censura interna al haber engañando así a nuestra propia conciencia moral.

A ello se añade el hecho de que para muchas personas que deben someterse al dominio de otras sin oponerse, o que deben soportar situaciones y condiciones que les resultan desagradables pero contra las cuales no pueden rebelarse, el criticismo constituye el único modo de liberar su hostilidad y sus resentimientos reprimidos: es su única válvula de escape para disminuir sus presiones internas. Este hecho explica también por qué el criticismo se halla más desarrollado entre el sexo femenino que entre el masculino (y esta constatación no es mía). Y es que, en efecto, el hombre dispone de otros y peores medios para manifestar sus tendencias combativas, de los cuales suele hacer amplio uso.

Finalmente, el criticismo satisface –y es un hecho curioso- nuestra propia tendencia de comunión con los demás, aunque bien es cierto que de forma parcial y nada edificante. Esta aparente paradoja no debe asombrarnos demasiado. Es un hecho que lo que más une y reconcilia a las personas y a los grupos es tener un enemigo común, ya sea presunto o real. Por consiguiente, no debe sorprendernos que los hombres se proporcionen con suma facilidad el placer de congeniar y de entenderse con los demás a través de ¡hablar mal de sus semejantes!. Pero naturalmente, en esos casos no puede decirse que se trata de una verdadera unión sino de acomodos temporales y superficiales, y que están basados en la separatividad y no en la unidad; es por ello que estos vínculos negativos suelen deshacerse con facilidad. De este modo, en el ámbito del criticismo, no es raro que Tizio y Cayo hablen mal de Sempronio, que poco después Tizio y Sempronio critiquen a Cayo, y que ello no excluya que cuando Cayo y Sempronio se encuentren ¡hagan lo mismo con Tizio!.

La actitud psicológica del criticista sistemático, y toda su ridícula presunción, se halla perfectamente reflejada en la siguiente anécdota inglesa: dos ancianos escoceses revisan con complacencia todas las locuras de sus conocidos. Una vez finalizada esta nada breve tarea, uno de ellos observa a modo de conclusión: “En resumidas cuentas, amigo mío, se puede decir que todos los hombres están locos, a excepción de nosotros dos, claro está… Aunque, bien mirado, tú también estás un poco….”

Una particular manifestación del criticismo la constituyen la burla y el escarnio. Todos los pioneros e innovadores han sido ridiculizados e incluso tachados de desequilibrados.

Sería conveniente destacar que existe una diferencia radical, aunque frecuentemente no reconocida, entre la burla y el humorismo. La burla es antagónica, intransigente y casi siempre cruel. Por el contrario, el humorismo está dotado de indulgencia, bondad y comprensión. Este último consiste en contemplar desde lo alto, en su justa medida y proporción, las debilidades humanas. Y el verdadero humorista es aquel que, ante todo…. ¡se ríe de sí mismo!

¿Cómo podemos llegar a librarnos de nuestra tendencia al criticismo?

Existen varios medios muy eficaces


1. Transformación y sublimación

La tendencia a la crítica puede transformarse en una sutil y sabia discriminación. Esta no es tan sólo legítima, sino también necesaria. En realidad, y al contrario de lo que sostienen algunos, no criticar no significa no reparar en las deficiencias ajenas o cerrar los ojos frente a éstas, ni mucho menos ceder pasivamente a las injustas exigencias de los demás.

Lo que distingue al criticismo de una justa y adecuada discriminación es la actitud interna frente al descubrimiento de los defectos ajenos: mientras que el criticista se siente complacido más o menos conscientemente, el que discrimina sufre con ello; no sólo no acentúa ni difunde tales defectos, sino que se siente impulsado a compadecer y a ayudar a las personas imperfectas. Lejos de complacerse en su propia superioridad, preferiría que el otro fuese igual o superior que él, desea que aquél se corrija y actúa con este fin. Si en alguna ocasión –por amor a la verdad, por mantenerse fiel a sus propios principios o también por el bien de los demás- el que discrimina espiritualmente se ve obligado a manifestar abiertamente su disentimiento, debe amonestar o advertir ante una situación, o debe defender alguna causa, institución o persona injustamente atacada, lo hace con fuerza y valentía, pero siempre de forma serena e impersonal.


2. Desarrollo de las cualidades opuestas

Estas cualidades pueden dividirse en dos grupos. El primero abarca la bondad, la dulzura, la generosidad y el amor.

Téngase en cuenta que no estamos hablando de una pseudo-bondad pasiva, débil y sentimental, sino de la bondad espiritual, que es potente, dinámica e irradiante. Es un tipo de bondad como la de San Francisco de Asís, que amansó al lobo de Gubbio y a muchos “lobos humanos”. Es la bondad de su homónimo, San Francisco de Sales, cuya dulzura e imperturbable bondad produjeron numerosas conversiones. El poder de la dulzura se halla magníficamente reflejado en un agudo proverbio toscano: “Se cazan más moscas con una sola gota de miel que con cien barriles de hiel”. Esto es algo tan evidente que resulta superfluo insistir más en ello. También en este caso se trata “tan sólo” de llevarlo a la práctica.

El segundo grupo de cualidades está constituido por la estima, las alabanzas, la gratitud y la constante acentuación del lado bueno de las cosas, de los hombres o de las circunstancias. A este tipo de apreciación normalmente se le suele llamar optimismo, pero no se trata de un optimismo ciego y superficial. Pueden verse claramente todos los aspectos de la vida, incluso los más oscuros o negativos pero entonces se dirigen conscientemente la atención, el interés y el aprecio hacia los positivos.

Según una cita de Alphonse Karr: “El pesimista ve la espina bajo la rosa, mientras que el optimista ve la rosa sobre la espina”. O bien, utilizando otra imagen: “Ante un vaso de agua lleno hasta la mitad el pesimista lo ve medio vacío mientras que para el optimista está medio lleno”.

Esta actitud la expresó poéticamente Vittoria Aganoor Pompilj a través del siguiente diálogo entre San Francisco y uno de sus frailes:


“San Francisco, me parece oír el triste silbar

de las serpientes bajo los arbolillos”.

“Yo no escucho más que el plácido susurrar

del piar y el himno de los pajarillos”.

“San Francisco, desde el estanque y por la salvaje vía

me llega un aliento que apesta”.

“Yo sólo huelo a tomillo y a hiniesta

Y del estanque bebo salud y alegría”

“San Francisco, aquí el suelo se hunde y, además,

Llega la noche y estamos lejos de las celdas”.

“Levanta tus ojos del fango, hombre, y verás

En los celestes huertos renacer las estrellas”.


Esta cordial percepción del lado bueno y luminoso de todas las cosas y de todos los seres facilita y alegra la vida. Nos proporciona la luz y las fuerzas necesarias para poder librarnos de esos sentimientos de descontento, de mal humor, de rebelión o de resentimiento contra las circunstancias, contra la vida, o incluso contra el mismo Dios y que constituyen el aspecto más amargo, más tormentoso, más ciego y también más mezquino de todos nuestros dolores y adversidades.

Osamos criticar a Dios y acusarlo –más o menos conscientemente- de insensibilidad, de dureza y de crueldad hacia nosotros mismos o a los demás, sin ni siquiera darnos cuenta de lo ridículo de nuestras presunciones y sin recordar cuántas veces, con la distancia del tiempo, hemos terminado por reconocer la función espiritualmente benéfica del dolor.

Es necesario que sepamos ver la acción de Dios, incluso cuando nos parece dura y adversa. Víctor Hugo escribió una fina apología a este respecto


:“…. El caballo debe ser maniqueo.

Ahrimán le hace daño; Ormuz le hace el bien;

Cada día, bajo la fusta, se siente despedazado,

Siente tras él al terrible patrón invisible,

Ese desconocido demonio que lo cubre de golpes;

Al anochecer, ve a un ser dulce, bueno y solícito

Que le da de comer y de beber,

Que pone paja fresca en su negro establo,

Que intenta apaciguar su dolor con calmantes

Y su dura fatiga con el reposo.

Uno de ellos le persigue, pero el otro le ama.

Y el caballo se dice a sí mismo:

“Son dos”; pero son el mismo


Muchos opinan que la estima, la alabanza o la gratitud poseen un poder sobre las circunstancias que podríamos calificar de “mágico”: facilitan el camino, disuelven los obstáculos y atraen el bien. Sea como fuere, lo cierto es que producen una admirable transformación interna: crean en nosotros una armonía, una serenidad y una profunda paz “que nada puede perturbar y en la cual el alma crece como la flor sagrada sobre las aguas mansas”.


Fragmento tomado de :

“Psicosíntesis. Ser transpersonal. El Nacimiento de nuestro ser real.”.

Roberto Assagioli.

Gaia Ediciones, 1996.

EXTRACTOS SOBRE "LA REAPARICIÓN DE CRISTO"

(adaptado del Capítulo III del libro La Reaparición de Cristo de Alice A. Bailey)


La venida de un Avatar, el advenimiento de Aquél que Viene y la reaparición de Cristo constituyen la nota clave de la prevaleciente expectativa en todas las épocas. La reaparición de Cristo, el Avatar, ha sido, durante décadas, anticipada por los creyentes de ambos hemisferios - no sólo por los cristianos, sino también por quienes esperan a Maitreya, al Boddhisattva y al Iman Mahdi. La doctrina de Mediadores, Mesías, Cristos y Avatares, abunda en todas partes y puede ser trazada como un hilo dorado que atraviesa todos los credos y Escrituras del mundo. Cuando los tiempos están maduros, la invocación de las masas es suficientemente clamorosa y muy vehemente la fe de quienes saben, entonces Él ha venido, y esta antigua regla o ley universal no será hoy exceptuada.

La Presencia física en nuestro planeta de conocidos Personajes espirituales, como el Señor del Mundo, el Anciano de los Días, los Siete Espíritus ante el trono de Dios, Buddha - Guía espiritual de Oriente -, y Cristo - Guía espiritual de Occidente -, absorben nuestra atención en esta época culminante. La creencia incierta de Su existencia, las vagas especulaciones acerca de Su trabajo, el interés puesto al servicio del bienestar humano y el aún no convincente, aunque esperanzado, ferviente anhelo de los creyentes (y también de los no creyentes), pronto serán reemplazados por el cabal conocimiento y el reconocimiento visual, debido a los indicios que se observarán, a la actividad colaboradora y a la reorganización y orientación (por hombres de inusitado poder) de la vida política, religiosa, económica y social de la humanidad.

Esto no vendrá como consecuencia de una proclama o un maravilloso acontecimiento planetario que hará exclamar a los seres humanos: "Loado sea, Él está aquí. He ahí los signos de Su divinidad", porque provocaría antagonismo y burla, rechazo o credulidad fanática. Vendrá por habérsele reconocido su capacidad de conductor, debido a los cambios dinámicos, pero lógicos, efectuados en los asuntos mundiales, y a la acción emprendida por los pueblos desde lo más recóndito de sus conciencias.

Dios Trascendente, más grande, más vasto y más concluyente que el mundo de Su Creación, ha sido reconocido universalmente y se ha aceptado generalmente el énfasis puesto sobre él; todos los credos pueden afirmar con Shri Krishna - cuando habla como Dios, el Creador - que, "habiendo compenetrado el entero universo con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco". Este Dios trascendente ha dominado el pensamiento religioso de millones de personas sencillas y espirituales en el transcurso de los siglos, desde que la humanidad inició su camino hacia la divinidad.

Lentamente va despertando la incipiente conciencia de la humanidad a la gran verdad paralela de Dios Inmanente - compenetrando divinamente todas las formas, condicionando desde dentro todos los reinos de la naturaleza, expresando la divinidad innata a través de los seres humanos y (hace dos mil años) personificando la naturaleza de esa divina inmanencia en la persona de Cristo.

Hoy, como consecuencia de esta Presencia divina en manifestación, está penetrando un nuevo concepto en la mente de los hombres de todas partes: el de "Cristo en nosotros esperanza es de gloria" (Col. 1-27). Existe una creciente y progresiva creencia de que Cristo está en nosotros, como lo estuvo en el Maestro Jesús, creencia que alterará los asuntos del mundo y la actitud del género humano hacia la vida.

Cristo se halla hoy más cerca de la humanidad que en cualquier otro período de la historia humana; está más cerca de lo que sospecha el anhelante y esperanzado discípulo, y puede estarlo aún más si lo escrito aquí es comprendido y llevado a la atención de todos los hombres, porque Cristo pertenece a la humanidad, al mundo de los hombres y no sólo a la Iglesia y a las creencias religiosas de todo el mundo. Posiblemente ahora se produzca otro reconocimiento. El del inminente retorno de Cristo (si puede aplicarse esta frase a Quien nunca nos ha abandonado) y de las nuevas oportunidades espirituales que ofrecerá este acontecimiento.

La base para dicho reconocimiento reside en la profunda convicción, innata en la conciencia humana, de que algún Instructor, Salvador, Revelador, Legislador o Representante divino, proveniente del mundo de las realidades espirituales, debe aparecer, debido a la necesidad y demanda humanas. En el transcurso de los siglos, en los momentos más apremiantes de la humanidad y en respuesta a su demanda, ha aparecido bajo diferentes nombres un divino Hijo de Dios. Entonces vino Cristo y aparentemente nos dejó, sin haber dado término a su tarea y sin consumar lo que Él había visualizado para la humanidad. Parecería que Su trabajo ha sido obstaculizado y frustrado durante dos mil años y que de nada ha valido, pues la proliferación de las iglesias, a través de los siglos, no constituye una garantía del triunfo espiritual que Él anhelaba. Hace falta algo más que las interpretaciones teológicas y el crecimiento numérico de las religiones mundiales (incluyendo el cristianismo y el budismo) para poder probar que Su misión mundial fue llevada a cabo con éxito. Aunque Su realización parecía imposible, se requirieron tres condiciones mediante las cuales podía intentarse poner a prueba Su trabajo; dichas condiciones son actualmente hechos comprobados. Primero, existe, como ya hemos visto, una condición planetaria general que desafortunadamente (debido al egoísmo del hombre) fue de índole tan catastrófica que la humanidad se vió obligada a reconocer la causa y el origen del desastre; segundo, un despertar espiritual que será impulsado desde las más recónditas profundidades de la conciencia del hombre, y esto sucede hoy como resultado de la Buena Voluntad Mundial 1914-1945; tercero, un creciente clamor invocador, oración o demanda que asciende hacia las elevadas fuentes espirituales, cualquiera sea el nombre con que se las designe.

La idea del retorno de Cristo es muy familiar, y el concepto de que el Hijo de Dios regresa en respuesta a las necesidades humanas está incluido en las enseñanzas de casi todos los credos mundiales. Desde que aparentemente partió hacia esa esfera, donde Lo han ubicado sus fieles, pequeños grupos de personas llegaron a creer que en determinada fecha regresaría, pero sus profecías y esperanzas se vieron siempre defraudadas. No ha vuelto. Ellos han sido burlados por las multitudes y censurados por los hombres inteligentes. Sus ojos no Lo han visto, ni ha habido una indicación tangible de Su presencia. En la actualidad millares de personas saben que Él vendrá; los planes para Su reaparición están desarrollándose sin haberse establecido fecha ni hora. Sólo dos o tres lo saben, pero en la hora en que menos piensen Él vendrá. (Mt. 24,44).

Al pensador ortodoxo de cualquier credo, le resulta difícil aceptar la verdad de que Cristo no puede volver, porque ha estado siempre aquí en la Tierra vigilando el destino espiritual de la humanidad. Nunca nos ha dejado, sino que en cuerpo físico y de incógnito, aunque no oculto, ha guiado los asuntos de la Jerarquía espiritual y de Sus discípulos y trabajadores, los cuales se han comprometido conjuntamente con Él a servir en la Tierra. Él puede únicamente reaparecer. Es una verdad espiritual que quienes han surgido de la tumba a la plenitud de la vida de resurrección, pueden estar visibles y al mismo tiempo invisibles para la visión del creyente. Ver y reconocer, son dos cosas muy distintas, y uno de los grandes reconocimientos de la humanidad, en un futuro próximo, es que siempre ha estado con nosotros compartiendo los valores familiares, las características peculiares de nuestra civilización y los innumerables dones otorgados al hombre.

Las primeras señales de que Se aproxima con sus discípulos ya pueden ser percibidas por quienes observan e interpretan correctamente los signos de los tiempos, pudiendo observarse, entre esos signos, la unión espiritual de los que aman a sus semejantes, que es en realidad la organización del ejército físico externo del Señor - ejército cuya única arma es el amor, la correcta palabra y las correctas relaciones humanas. El establecimiento de esta organización desconocida ha continuado con extraordinaria rapidez durante la postguerra, pues la humanidad está cansada de odios y controversias.

Los colaboradores de Cristo están activos en el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, constituyendo el grupo más poderoso de precursores que jamás hubo precedido la entrada de un gran Personaje mundial en la palestra del vivir humano. Su trabajo e influencia hoy se ven y se sienten en todas partes, y nada puede destruir lo ya realizado. Desde 1935 se ha experimentado con el efecto espiritual y organizador de la Invocación expresada y enunciada, y la energía del clamor invocador de la humanidad ha sido dirigida hacia esos canales que van desde la Tierra hasta el Altísimo lugar donde mora Cristo. Desde allí ha sido trasmitida a esferas aún más elevadas, donde la atención del Señor del Mundo, el Anciano de los Días, el Padre de todos, más las Energías Creadoras y los Seres vivientes que moran con Él, pueden ser enfocados sobre la humanidad y darse los pasos que personifiquen con mayor rapidez los Propósitos de Dios.

Por primera vez en la historia de la humanidad la demanda de los pueblos de la Tierra es tan poderosa y acorde con la orientación divina, en tiempo y espacio, que inevitablemente se cumplirá; el esperado Represante espiritual debe aparecer, pero esta vez no vendrá sólo, vendrá acompañado por Aquellos cuyas vidas y palabras serán reconocidas por todos los sectores del pensamiento humano. Las profecías simbólicas observadas en todas las Escrituras mundiales, respecto a este inminente acontecimiento, demostrarán su veracidad, no obstante su simbolismo deberá ser reinterpretado; las circunstancias y los acontecimientos no serán exactamente como las Escrituras parecen indicar. Vendrá, por ejemplo en las "nubes del cielo" (Mt. 26,64), según las Escrituras cristianas, pero ¿qué tiene esto de sobrenatural cuando millones de personas viajan por el espacio a toda hora del día y de la noche? Lo menciono como una profecía de las más destacadas y conocidas; sin embargo tiene muy poco significado para nuestra civilización moderna. Lo importante es que Él vendrá.

Cristo traerá luz y, por sobre todas las cosas, traerá "vida más abundante", pero hasta que ello no se produzca no sabemos qué significa; no podemos darnos cuenta lo que implicará esta revelación ni las nuevas perspectivas que se abrirán ante nosotros. Por Su intermedio, la Luz y la Vida están en camino de ser interpretadas y aplicadas en términos de buena voluntad y de correctas relaciones humanas. Con este fin se está preparando la Jerarquía Espiritual. Esta vez Cristo no sólo lo hará con sus colaboradores. Su experiencia y la de Ellos será contraria a la anterior, pues todos los ojos Lo verán, todos los oídos Lo oirán y todas las mentes Lo juzgarán.

Durante dos mil años ha sido el Guía supremo de la Iglesia Invisible, la Jerarquía Espiritual, compuesta de discípulos de todos los credos. Reconoce y ama a quienes no son cristianos, pero mantiene su lealtad a los Fundadores de sus respectivas religiones - Budha, Mahoma y otros. No le interesa el credo que profesen, sino su objetivo, el amor a Dios y a la humanidad. Si los hombres buscan al Cristo que dejó a Sus discípulos hace siglos, fracasarán y no reconocerán al Cristo que está en proceso de retornar. Cristo no tiene barreras religiosas en Su conciencia, ni le da importancia a la religión que profesa el hombre.

De allí que hoy esperamos la nueva aparición. Cristo es esperado universalmente, y conjuntamente con este espíritu de expectativa, viene el antídoto contra el espíritu del temor y horror que ha descendido sobre nuestro desgraciado planeta. La humanidad mira hoy en dos direcciones: hacia la tierra devastada y el agonizante corazón de los hombres y hacia el lugar de donde vendrá Cristo, denominado simbólicamente Cielo. Cuando existe la misma expectativa, los mismos testimonios, predicciones e indicios del "fin de la Era", ¿no es razonable creer que se acerca un gran acontecimiento? Si en medio de la muerte y la destrucción se puede hallar una fe viviente (y existe en todas partes) y un ardiente fervor que horada las tinieblas hasta llegar al centro de luz, ¿no justifica esto la suposición de que dicha fe y fervor se fundan en un profundo conocimiento intuitivo?. ¿No podría ser una realidad divina aquello de que: "la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven? (Hch. 11,1).

El Hijo de Dios está en camino y no viene solo. Su avanzada ya se acerca y el Plan que debe cumplir ya está trazado y aclarado. Que el reconocimiento sea el objetivo.

GEMINIS

(21 de Mayo - 22 de Junio)

“Reconozco mi otro yo, y en la mengua de ese yo, crezco y resplandezco”

La Festividad
de la Humanidad

Hoy celebramos la luna llena de Géminis, que también se conoce como la Festividad de la Humanidad. Esta festividad de junio está especialmente dedicada a Cristo y a su relación con la humanidad. Según Alice A. Bailey, esta festividad abarca tres días, cada uno con una nota clave diferente.

Primer día : la nota clave del Amor en su sentido más puro; libre de sentimiento, de emoción y de énfasis personal. Un amor que comprende, que actúa con fortaleza y decisión, y que trabaja para el bien del todo (y no en interés de cualquier grupo o individuo)

Segundo día: la nota clave de la Resurrección, de la nueva forma de vida, de la conciencia crística viva en nosotros y de la fuerza que renueva todas las cosas para que podamos vivir una “vida más abundante”.

Tercer día : la nota clave del Contacto, de una relación más estrecha entre los seres humanos de buena voluntad, y entre la cualidad cósmica del amor y la humanidad.


La luna llena de Cristo

Según se nos ha transmitido y se nos ha representado simbólicamente, durante esta festividad, en tres solemnes ceremonias celebradas cada una en un día distinto, el Cristo vierte sobre la humanidad las energías liberadas durante la Festividad de Wesak (la festividad de la luna llena de mayo). En estas ceremonias se recita la Gran Invocación para que las energías del amor, de la luz y de la buena voluntad afluyan sobre todos los que colaboran en el gran trabajo de crear un mundo mejor y, a su través, se transmitan a toda la humanidad.

En la meditación de la luna llena de hoy podemos participar en este gran proceso de transmisión, formando con nuestro grupo un canal receptivo a estas energías de amor. Si colaboramos en esta invocación, que es una petición de afluencia de luz y de amor en las decisiones de los seres humanos para que se establezcan las correctas relaciones humanas, estaremos contribuyendo a realizar un gran servicio a la humanidad.


El proceso de transmisión

De esta forma llegamos a la cualidad más especial del signo de Géminis: la transmisión de energías espirituales. Géminis es un signo que crea relaciones y que encuentra lo coincidente y lo concordante en los pares de opuestos. Mercurio, el regente del signo, se conoce como el Mensajero de los Dioses: el intermediario divino encargado de llevar los mensajes entre los Dioses y los hombres a la velocidad de la luz.


El movimiento en el espacio

Como sabemos, Géminis pertenece a la cruz mutable y, así como Tauro expresa con mayor intensidad la cualidad de la cruz fija y Aries la de la cruz cardinal, puede decirse que Géminis es el prototipo de la cruz mutable. El impulso para el gran proceso de transmisión que tiene lugar en Géminis se produjo en Aries. En Tauro, la idea fue vista, aceptada y revestida de sustancia de la naturaleza de deseos, es decir, fue implantada en el cuerpo emocional. Y ahora, en Géminis, esta energía llega a la región etérica: a la mente del ser humano.

Como Géminis es un signo mutable y de aire, sus energías lo penetran todo. Las energías fluyen por las ramificaciones de todas las áreas de la vida en una variedad de manifestaciones. En Géminis (simbólicamente), la luz percibida en Tauro es distribuida a cada una de las células del cuerpo. Por eso, desde el punto de vista esotérico, este proceso tiene que ver con la transfiguración de la personalidad.

En Géminis empieza el desarrollo de la dimensión del tiempo. En este signo, espacio y tiempo se encuentran. Como podemos recordar, en Tauro nos creamos un espacio. Ahora, en Géminis, podemos movernos en este espacio. Géminis no puede quedarse sentado en un sitio: va hasta el objeto más próximo y lo estudia, quiere conocerlo de cerca, saber cómo está construido y de qué está hecho. Al movernos en el espacio nos encontramos con personas y nos damos cuenta de que no estamos solos. Los vecinos, los hermanos, los parientes y los conocidos están cerca de nosotros, y cuando nos acercamos a ellos siempre experimentamos y aprendemos algo.

Si nos abrimos a nuestro entorno con una conciencia despierta y una inteligencia activa, podemos aprender mucho. En el mes de Géminis recogemos información y conocimientos. Pero también podemos averiguar algo sobre nosotros. Podemos preguntarnos: ¿Qué piensan los demás de mí? ¿Cómo valoran mi comportamiento?. En Géminis no sólo se encuentra a los demás, sino que también es posible hallarse a uno mismo.


El símbolo de Géminis e

El símbolo del signo de Géminis está formado por dos cuencos, uno arriba y otro abajo, conectados por dos líneas verticales. Una vertical sola simboliza la condición de la personalidad: su carácter efímero. Dos líneas verticales simbolizan la condición dual de la personalidad, es decir, su doble naturaleza. Son las “dos almas que viven dentro de mí” (como se expresa en los versos que Goethe puso en boca de Fausto).
Penetrar en la verdadera y profunda esencia de Géminis es difícil porque, muy a menudo, se muestra distinto de cómo es en realidad. Por una parte puede mostrarse ligero, adaptable y diplomático, y por otra puede exhibir un carácter astuto e ingenioso. Sus principales problemas son la dualidad y la multiplicidad, y éstas son también sus pruebas en el camino espiritual. Puede perderse con gran facilidad en la gran variedad del mundo de las formas y dejar de percibir las diferencias de valor. Entonces considera equivalentes cosas que cualitativamente son distintas y pierde el sentido de la proporción. Esto hace que, muchas veces, no se de cuenta del valioso significado interno de las cosas, las personas o las ideologías.

Esto se expresa claramente en el símbolo de Géminis.
El cuenco abierto de arriba representa el principio receptivo. Todo se admite, sea material o espiritual, bueno o malo, valioso o sin valor, etc. Todo penetra por ese cuenco, pasa por el filtro de la personalidad y se transmite de nuevo al entorno. El cuenco inferior simboliza la salida de energías, de conocimientos y de cualidades. Es el gran principio de la mediación que hemos mencionado al comienzo y que se lleva a cabo a través de la cruz mutable, el elemento aire y la agilidad mental del regente Mercurio. La mediación es una de las habilidades más importantes de este signo, pero también es una de sus mayores dificultades.

Los planetas regentes h j

El regente exotérico de Géminis es Mercurio que, como principio de mediación, hace que la relación entre los dos polos del ser humano, la personalidad y el alma, alcance un estadio de encuentro activo. El regente esotérico de Géminis es Venus que, con su cualidad unificadora, resuelve la dualidad y, como se expresa esotéricamente, la transforma en una “síntesis fluida”. La fusión de los pares de opuestos se produce en la conciencia por medio del amor que todo lo incluye. El individuo Géminis espiritualmente orientado debe esforzarse por alcanzar esta síntesis de opuestos y por reconciliarse con los demás seres humanos. La agilidad de Mercurio debe combinarse con la sabiduría y el sentido de los valores de Venus: de esta manera se desarrolla la capacidad de comprender los extremos y de unirlos de un modo superior. Mercurio, como mediador entre el pensamiento superior y el pensamiento inferior, discierne entre el yo y el no-yo, entre el yo y el tú, y entre el alma y la personalidad.


El pensamiento semilla esotérico de Géminis

“Reconozco mi otro yo y, en la mengua de ese yo, crezco y resplandezco”.

En el individuo espiritualmente orientado, el regente esotérico Venus se va manifestando cada vez más. Venus nos ayuda a realizar la elección correcta ante la diversidad de posibilidades. Durante el mes de Géminis podemos aprender a conformarnos con lo que nos pertenece, con lo que es importante y con lo que corresponde a nuestro ser interior. No debemos distraernos con la multitud de cosas que llegan a nuestra conciencia sino que debemos ceñirnos a lo esencial y a lo que de verdad nos gusta. De todas formas, primero debemos averiguarlo, y Mercurio nos ayuda a hacerlo puesto que nos permite reunir todo lo interesante y probar las distintas posibilidades. Con la ayuda de Venus podemos reconocer la cualidad interna de un objeto o de una persona y concentrar nuestro amor en lo esencial, lo valioso y lo más adecuado para nosotros. Venus nos permite hacer la elección correcta, decidir con seguridad y dirigir nuestras fuerzas hacia una meta.


Fragmentos del libro :

Psicología Astrológica. Los Signos del Zodíaco.

Reflexiones y meditaciones.

Louise Huber. Api, ed.

ARIES


(21 de Marzo – 21 de Abril)

“Surjo, y desde el plano mental, rijo”


Aries, el signo de los nuevos comienzos y de la voluntad

Aries es el primer signo del zodíaco. Es el signo del yo. En Aries empieza el desarrollo del yo y se inicia un ciclo de manifestación. Es un signo de Fuego y transmite a nuestra vida planetaria las energías del primer rayo, el Rayo de Voluntad o Poder. Aries representa un principio que emana de un núcleo, es decir, del yo, y que empuja hacia su desarrollo. En ese núcleo late la energía ígnea de la voluntad que, con una concentrada fuerza de empuje, puede apartar de su camino cualquier impedimento sin titubear.

El signo de Aries pertenece a la Cruz Cardinal que, desde el punto de vista esotérico, es la cruz del Padre, de la voluntad y de la omnipotencia. En Aries aparece la voluntad de vivir y, de esta forma, se da el primer paso hacia la encarnación. Según un antiguo enunciado, Aries “despierta la voluntad de llegar a lo más bajo para, una vez allí, controlar, conocerlo todo y enfrentar todas las experiencias”.

En su libro Astrología esotérica, Alice A. Bailey observa que, para Aries, hay cuatro notas clave que imparten la misma idea:

1. Expresa la voluntad de ser y hacer

2. Desarrolla el poder de manifestar.

3. Entra a luchar por el Señor.

4. Llega a la unidad por medio del esfuerzo.

En el zodíaco, con Aries comienza el gran ciclo de lucha hacia la expresión. Empieza el proceso de llegar a ser uno mismo. La fuerza del yo se expresa de forma impetuosa pero, con frecuencia, de una manera todavía poco pulida. Aries es impulsivo, emprendedor y entusiasta. Irradia fuerza y energía, y muestra coraje e intrepidez incluso en situaciones desesperadas. Los nacidos bajo Aries van siempre hacia delante y tienen la capacidad de entusiasmar a los demás. Son pioneros que colaboran activamente en el progreso del mundo pero que se preocupan muy poco por las consecuencias de sus acciones. Aries actúa primero y piensa después. Quiere obtener el éxito inmediato y de un sólo golpe, y tiene muy poca paciencia para tareas a largo plazo. Necesita el elemento vivificante de la acción fresca y única y, por lo general, consigue las cosas al primer intento.


El prototipo de la fuerza impulsiva

Aries es el prototipo de la fuerza impulsiva de la Cruz Cardinal (que en la filosofía hindú se conoce como principio rajásico) y, por consiguiente, está sometido a la ley de tensión y relajación. De acuerdo con esta ley, Aries tiene fases en las que participa en la vida de forma muy activa y en las que se abalanza con un entusiasmo desbordante hacia las metas que desea alcanzar, y fases en que su energía se agota y necesita un período de recuperación. En el campo de la psicología, este aspecto se manifiesta en forma de los característicos ciclos maníaco-depresivos. La curva de energía psíquica de su voluntad crece rápida e intensamente pero, al cabo de un tiempo, vuelve a caer como es característico en la cruz cardinal del zodíaco o cruz del impulso.

La impetuosa fuerza impulsiva de este signo de Fuego hace que, muy a menudo, se encuentre con que ha rebasado el objetivo que se había establecido. Arrollar y sobrepasarse son características muy típicas de este signo. Le resulta difícil respetar los límites, tanto los propios como los ajenos (especialmente estos últimos), y esto le ocasiona dificultades en las relaciones con los demás, puesto que, con frecuencia, su carácter impulsivo entra en conflicto con cualidades como la paciencia, el tacto, la forma, la moderación, el decoro, etc. Uno de los aspectos que Aries debe cultivar es la capacidad de moderar y dosificar sus fuerzas, y ésta es una tarea en la que trabaja a lo largo de toda la vida.

Por otra parte, la tarea espiritual de Aries consiste en derribar los límites endurecidos y superar los muros y las barreras levantadas por el miedo para que la vida pueda progresar y desarrollarse.


El símbolo de Aries q

El símbolo de Aries puede verse en la cara de todas las personas. Sólo hay que trazar una línea imaginaria que una las cejas y la parte superior de la nariz. Indica una marcada conciencia de la propia personalidad con una intensa fuerza para conseguir lo que se quiere, impulsividad y una penetrante capacidad mental. Pero también una cierta tendencia a comportamientos violentos, coléricos, defensivos, etc.

Aries es el signo de los nuevos comienzos y los nuevos desarrollos. En la naturaleza podemos ver el símbolo de Aries en los capullos y en las hojas recién brotadas que encarnan la nueva vida y el comienzo de un nuevo ciclo. La envoltura externa es perforada por el impulso de la fuerza interior para proporcionar espacio a la nueva vida.

Este proceso de perforación es desencadenado por la fuerza dinámica de la voluntad del yo interior. Esta fuerza puede actuar de forma destructiva o de forma creativa, dependiendo de cómo se aplique.


El efecto liberador de la fuerza impulsiva de Aries

Durante el mes de Aries tenemos la oportunidad de colaborar con esta fuerza ariana renovadora que, como el efecto purificador del fuego, nos permite acabar con viejos estados no deseados. Del mismo modo que en primavera nos animamos a realizar la “limpieza de primavera”, también podemos llevar a cabo una limpieza de nuestra personalidad para liberarla de condiciones no deseadas.

En lo referente a la salud, este es el momento adecuado para eliminar los residuos acumulados durante los meses de invierno, mediante la aplicación de curas purificadoras y el mantenimiento de una dieta razonable. Pero eso no es todo, porque la vivificante energía ariana también nos permite disolver y deshacernos de las cargas emocionales, los miedos y las preocupaciones opresivas. De este modo, dejando atrás lo viejo, podemos dedicarnos a lo nuevo con total confianza.

Cristo resucitado nos dijo : “He aquí que hago nuevas todas las cosas”. Esta frase hace referencia a la fuente del vivificante elemento ariano que todos tenemos en nuestro interior; apunta a la fuerza crística o a la universal fuerza del amor que todos poseemos y que abre nuevos manantiales de vida. En el mes de Aries queremos abrirnos a estas fuentes de una manera muy especial. Una vez que la fuerza del amor fluya libremente a través de nosotros, experimentaremos una renovación de nuestra personalidad y aprenderemos a amar de nuevo.


La formación del yo

En Aries comienza el desarrollo del yo. Pero para avanzar en el proceso de desarrollo se necesita un centro fuerte: se requiere seguridad interior. Si nuestro yo no está aún suficientemente desarrollado, ahora podemos trabajar en su construcción, por ejemplo, liberándonos de las dependencias excesivas de nuestro entorno y aceptándonos tal como somos en realidad.

Si queremos tener éxito en la vida, necesitamos una forma adecuada para funcionar en el mundo, es decir, un yo fuerte y resistente. Si no lo tenemos, las influencias externas nos afectan excesivamente y nos convertimos en juguetes del entorno. Pero si el yo es demasiado fuerte existe el peligro de que cristalice y, en ese caso, la forma está tan cerrada que nada puede entrar ni tampoco salir. Una persona así es cautiva de la forma de su yo. Es como si estuviera en una prisión: no está abierta a sus semejantes ni es permeable a la irradiación de su ser interior. En el mes de Aries podemos emplear la fuerza impulsiva ariana para derribar los muros que, en errónea autodefensa, hemos erigido a nuestro alrededor.

Por lo general, el individuo Aries tiene una clara conciencia de sí mismo. Aries es el primer signo de la cruz cardinal y es completamente natural que una persona con énfasis en este tipo de energía se sienta impulsada a la actividad por fuerzas internas y externas, con el propósito de crear un mundo nuevo y mejor. Pero siempre existe el peligro de que, debido a una ambición derivada de un exceso de énfasis en el yo, intente sobrepasar a los demás en algún ámbito, bien sea en conocimientos, en cultura, en su propia profesión o en cualquier otro aspecto. Entonces, con mucha facilidad, se cae en una sobrevaloración de la propia importancia personal, surge un espíritu de competitividad insano y se producen luchas de poder. Con frecuencia, la fuerte tendencia a la extroversión de Aries lo lleva a intentar resolver los problemas y los conflictos mediante enfrentamientos con el mundo exterior, en lugar de hacerlo en su interior. Generalmente, atribuye el éxito que obtiene en el mundo a sus propias fuerzas y sobre esto construye su autoconciencia.

Pero, en las personas espiritualmente orientadas, lo esencial es el nuevo nacimiento, es decir, el nacimiento del verdadero yo: el yo que forma parte del ser eterno. En el mes de Aries podemos abrirnos y prepararnos de forma especial para este nuevo nacimiento.

En muchas situaciones, volver al punto de inicio puede ser de gran ayuda. Allí podemos efectuar correcciones, rectificar errores y empezar de nuevo. Nuestro punto de partida es el yo interno: el verdadero yo. En él podemos encontrar toda la ayuda que necesitamos: una ayuda que proviene de nuestra más profunda fuente de vida. Esta fuente de energía nos da la fuerza que nos permite experimentar el “yo-soy” y nos conduce al “yo-quiero” y al “yo-puedo”. Nos damos cuenta de que somos útiles y de que nuestra aportación es valiosa. Con esta certeza interior nuestras fuerzas crecen y nos sentimos capaces de eliminar los estados no deseados y de crear un nuevo orden, tanto en nuestro interior como en nuestro entorno, para que la nueva vida que tiene su comienzo en Aires pueda prosperar.


Llegar a ser uno mismo

La cuestión del llegar a ser uno mismo es uno de los temas fundamentales de la existencia humana. En sentido espiritual, ser uno mismo significa desarrollar una correcta conciencia del yo, es decir, encontrar el verdadero centro. Todo individuo necesita un centro que pueda actuar como recipiente receptor de las energías espirituales. Quien todavía no tenga centro debe construírselo y quien tenga demasiado, debe hacerse permeable.

Muchas personas espiritualmente orientadas se preguntan si al concentrarse en el yo no estarán alimentando su egoísmo. Pero es precisamente todo lo contrario. Si no conocemos nuestro propio yo, es decir, si llevamos una vida poco consciente, el yo nos gobierna y hace con nosotros y con el entorno lo que le place. Si deseamos controlar las fuerzas del yo, debemos conocerlo a fondo y familiarizarnos con las posibilidades y los efectos de sus fuerzas. En la vida, un yo demasiado débil es un obstáculo pero un yo endurecido también lo es. Por lo tanto, antes de poder tratar con las energías espirituales sin riesgo, primero debemos esforzarnos por alcanzar una conciencia del yo sólida y firme. La relación con nuestro entorno, con nosotros mismos, con nuestro ser más esencial y con lo trascendental, depende de ello.

En este proceso, lo esencial es aprender a decirse “sí” a uno mismo. Hay que aprender a dar un paso al frente y mostrarse al mundo afirmando : “Yo soy así, pienso así y actúo así. No me rijo por la opinión de los demás. Soy como soy”.

La mayoría de personas tienen miedo a presentarse como realmente son. Temen que se las juzgue mal o que los demás vean sus puntos débiles.

El ser o el yo recién nacido que se manifiesta por primera vez en Aries, todavía no está completamente formado, es inseguro, se lo puede herir con facilidad y se siente amenazado por fuerzas desconocidas. Necesita apoyo y ayuda desde fuera y desde dentro. Si el entorno ejerce un efecto demasiado intenso en este pequeño ser, acabará construyendo un mecanismo de defensa para protegerse. Esto es perfectamente natural y comprensible en la infancia pero, si esta situación continúa en el adulto, existe el riesgo de perder la propia forma de ser. Quien está demasiado ocupado protegiéndose del mundo exterior o quien quiere satisfacer todas las demandas externas, no tiene tiempo para conocer, desarrollar y fortalecer su propia naturaleza, ni para establecer una relación con el mundo externo que esté en sintonía con su ser interior.

Si no dejamos de estar condicionados y limitados por los patrones de conducta formados durante la niñez, no podremos avanzar en el crecimiento espiritual. Durante los primeros años de vida, debido a la educación y a las exigencias de adaptación al entorno, se construyen las “formas aparentes del yo” que, a menudo, tienen muy poco que ver con el yo interior. En determinado momento del proceso de desarrollo, para poder llegar a ser verdadera y honestamente uno mismo, hay que liberarse de estas formas de defensa y de todo tipo de imágenes demasiado idealistas sobre uno mismo. Los mecanismos de defensa y las formas aparentes del yo pueden haber sido de gran valor hasta determinado momento pero, como adulto, deben abandonarse para que el verdadero yo pueda surgir y realizarse. Es un proceso difícil pero necesario.

Durante mucho tiempo creemos que debemos defender la imagen que nos hemos creado de nosotros mismos. Creemos que esas máscaras o roles nos protegen pero, en realidad, no son más que un autoengaño. Nos hemos distanciado tanto de nuestra esencia que, al final, nos sentimos enajenados. Entonces vivimos con el miedo a que los demás lo descubran. Nuestra inseguridad, nuestra confusión y nuestra soledad se esconden tras miles de máscaras. El simple pensamiento de que otros puedan darse cuenta de nuestros puntos débiles nos sobrecoge y nos da miedo: por eso nos cerramos. Desesperados, inventamos continuamente nuevas fachadas bajo las que podamos escondernos y en donde nos sintamos protegidos de las escudriñadoras miradas del exterior.


El pensamiento semilla esotérico de Aires

“Surjo y, desde el plano mental, rijo”

Los textos esotéricos se refieren a Aries como “el lugar donde nacen las ideas divinas”. Con esta frase se hace referencia no sólo al impulso de las almas hacia la encarnación (donde están regidas por Marte hasta que se produce una nueva orientación y se hacen receptivas a la influencia de Mercurio), sino también al nacimiento de ideas divinas en nuestra mente, es decir, a los pensamientos e ideales que surgen de nuestro interior y que quieren convertirse en motivaciones vitales. En la meditación de hoy debemos estar especialmente receptivos a estas ideas.

Resumiendo una vez más: Aries es el signo de los comienzos, el signo del nacimiento y el signo de las ideas que se forman en la mente y se envuelven en sustancia para nacer. Debemos prestar atención a aquello que proviene de nuestro interior y quiere manifestarse a través de nosotros, sea nuestro propio yo o una nueva idea que se nos ocurre y pide ser expresada: una idea, una chispa de entusiasmo que despierta en nuestro interior y que puede cambiar de golpe toda nuestra vida. A partir de ese momento ya no somos la misma persona; algo nuevo ha nacido en nuestro interior En su sentido más elevado, lo que tiene lugar es el nacimiento de Cristo en nuestro corazón: el nacimiento del verdadero yo en nuestro interior, un nacimiento que llega a consumarse gracias a la fuerza ariana y a la ayuda de la voluntad superior.


El nacimiento del verdadero yo.

Todo nacimiento requiere fuerzas para perforar y romper las envolturas que protegen a la vida interior. Así como el polluelo rompe la cáscara del huevo par alcanzar la luz del día, el yo interno, en su proceso de llegar a ser o nuevo nacimiento, también debe romper las envolturas externas. Debe romper las formas aparentes del yo, sus máscaras y sus rígidas barreras defensivas. Y cuando esto ha ocurrido, nos quedamos completamente desnudos y tenemos que orientarnos de nuevo.

Tenemos que penetrar en nuevas dimensiones de la existencia y para ello debemos atravesar forzosamente alguna frontera. Nos introducimos en zonas que todavía nos son desconocidas, por lo tanto, debemos ser precavidos y aprender a permanecer en silencio para conectar con nuestro sentido de orientación interno. Si avanzamos demasiado rápido, pensando que con la dinámica y combativa fuerza ariana podremos “conquistar el reino de los cielos en un instante”, podemos sufrir importantes contratiempos. Necesitamos orientación e información detallada sobre la zona en la que nos estamos adentrando y esta ayuda nos la proporciona Mercurio, el regente esotérico, que nos sirve como mensajero y como fuente de información.


El pensamiento creativo.

El pensamiento puede sernos de gran ayuda en este proceso de nuevo nacimiento. Si reconocemos la fuerza de nuestro pensamiento, podemos trabajar de forma creativa en el plano mental. El poder del pensamiento nos permite aspirar al bien y ambicionar lo mejor tanto para nuestro desarrollo como para el desarrollo de toda la humanidad y, de esta forma, cooperar en la mejora de los asuntos humanos.

En Aries el pensamiento es poderoso; no obstante, debe aspirarse a conectar el pensamiento concreto con el pensamiento abstracto para escapar de los usuales círculos viciosos del raciocinio. El pensamiento abstracto o superior es el instrumento de la intuición que nos permite romper la envoltura (los límites) de nuestro conocimiento actual y penetrar en zonas que se encuentran más allá de nuestra aparente capacidad de comprensión. En esas zonas podemos encontrar ideas completamente nuevas y llevarlas al pensamiento concreto.

Cuando meditamos en grupo participamos en este proceso creativo, puesto que nuestra intención es traer a nuestra conciencia nuevas ideas acerca de las cualidades zodiacales y transmitirlas a la humanidad. De este modo servimos a las ideas superiores desempeñando la función de canal de conexión en el plano mental y actuamos como una herramienta a través de la cual la luz y el amor pueden fluir a los corazones de los hombres. Hoy dedicamos nuevamente nuestro pequeño yo y nuestro grupo al servicio del mundo.


Fragmentos del libro :

Psicología Astrológica. Los Signos del Zodíaco.

Reflexiones y meditaciones.

Louise Huber. Api, ed.

CALENDARIO MEDITACIONES

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